Doctor, ¿estoy embarazado?

¡Hola a todos!

El verano pasado (es decir, el verano de 2011) comencé a desarrollar una serie de antojos que han hecho que me preocupe por mi salud psíquica muy de vez en cuando… Bueno, más que muy de vez en cuando, diré que muy a menudo… ¡Vale! ¡cada dos por tres me da ganas de comer algo de forma compulsiva, MUCHAS GANAS! ¿Contentos?

El año pasado descubrí mi obsesión por la leche condensada. Adoro la suavidad con la que cae en mi lengua mientras presiono el bote con decisión. Y después su increíble y dulce sabor se comienza a expandir por mi boca y a embriagarme con su empalague y perfección… Sí, acertáis, no soy normal… Me gusta llevar las cosas al extremo y mi amor por la leche condensada no es para menos. Si no hay un bote en la nevera me pongo nervioso, en serio, muy nervioso. Y si el que queda se va a acabar busco un día en mi agenda para ir al supermercado a comprar más. ¡Es mi droga!

Existen también una serie de alimentos que de verdad me llaman muy de vez en cuando. ¡Maldigo el día en el que les di mi número de teléfono! El otro día, por poner un ejemplo, recibí una llamada internacional. Era de un hot dog neoyorquino. Tenéis que saber que mi estomago es bastante especial. ¡No quería una simple salchicha de Oscar Mayer! No. Lo que quería era un perrito caliente grasiento de un puesto cualquiera de Nueva York… Como comprenderéis no pude satisfacer su pretensión… Un enorme océano me separa de esos suculentos perritos y me era difícil encontrar un momento para acercarme y volver pronto a casa. Así que abrí la nevera y encontré lo único que podía saciar mis ganas de hot dog: ¡Boquerones en vinagre! 

Imagen

Luego existe ese antojo que te viene en los momentos más inoportunos. Este verano tuve la «genial» suerte de ponerme enfermo (sí, lo se… ¿quién se pone enfermo en verano? ¡YO!) Así que empezaron a venir a mi cabeza constantemente imágenes de tartas, gofres (amo los gofres, el año pasado me fui a Bélgica y.. ¡BUF!), bollos, cupcakes, chucherías… Ya sabéis, esto es como Romeo y Julieta: ¡Lo prohibido mola más! Pero yo no podía caer en la tentación (Romeo y Julieta acabaron fatal… ¡No era plan de arriesgarse!) Así que me mantuve firme hasta el final de mi larga, dolorosa y casi mortal enfermedad (¡Adoro exagerar!) para zampar todo lo zampable. Pero, ¿sabéis qué? ¡Cuando me recuperé ya no tenía antojo de nada! Como ya os he dicho mi estómago es bastante especial… Añadamos también cabroncete a la lista de adjetivos que lo definen. ¡Es un cabroncete muy especial!

¿Qué queréis que os diga? Los antojos no son malos… ¡A mi me divierten! El problema surge cuando se unen a mi extraña obsesión por robar bebés, entonces la cosa se pone seria… ¿Estaré embarazado? Quizás si. Muy probablemente se este creando un nuevo ser en mi interior y yo no lo sepa…

Ahora no hago más que cocinar cupcakes. De dulce de leche, de chocolate blanco, de vainilla… ¿Y todo por qué? ¡Porque se me antoja! Así que: ¡Os animo a tirar por tierra las dietas y a soltar vuestras melenas comiendo todo aquello que os venga en gana! Y, si estáis embarazadas (guiño, guiño, Mamen, guiño, guiño) ¡atiborraos! ¡Vuestros bebés os lo agradecerán!

P.S. Si, soy delgado por naturaleza y me puedo permitir comer lo que me de la gana. Pero… ¿Qué más da? ¡COMED MIS PEQUEÑUELOS, COMED!

¡Paz hermanos!

Imagen

Deja un comentario